domingo, 31 de mayo de 2009

Sobre mi penosa vida

¿Qué contar sobre mi penosa vida? Nada que no hayan pasado otros ya. Años continuos y directos de pesadilla en los que he intentado abrirme paso en el mundo del arte sin resultado ninguno. Nadie me ha ayudado; muchos me han vendido. ¡Y aún así resisto, pues aquí me encuentro!
El ver lo que he podido ver con estos ojos que me ha dado la madre Naturaleza me duele todavía más que el ser ciega. Tres años pasé buscando un maldito trabajo que nunca llegaba; otros tantos viendo como ciertos “indeseables” se llevaban el mérito ajeno impunemente. ¿Y todo esto para qué? Para amargarme la vida y “robarme” la ilusión de la juventud. No quiero exponer mucho de qué estoy hablando, porque “ellos” tienen las de ganar: ellos son los conocidos, ellos son los que son buenos, y una, en la sombra, no vale un penique. Aunque yo me pregunto: ¿qué hace mejor a una persona, el ser conocido o el actuar conforme al derecho y la ley? Pues la ley de la envidia y la maldad no tiene fama, ni conoce de los privilegios de la experiencia. ¡También Jack el destripador fue famoso, y nadie desearía tenerlo por compañero de celda!
Sobre la gente, debo decir que el conocer a ciertos personajes es más bien un fraude que halago. Mucha fama y poco cerebro; muchos privilegios y pocos méritos. Consideramos, ¡pobres crédulos!, que el escritor famoso es mejor que aquellos que no han tenido la oportunidad de darse a conocer, que saben más que nosotros por su experiencia y valor. No siempre es así. El hecho de que aparezcan ahora plagios de todo tipo de escritores de fama reconocida no me sorprende en absoluto; pues piensan estos individuos que “pagando”, o incluso sin pagar, se puede hacer todo tipo de atrocidad al que empieza, y el que empieza (aunque a ellos no les parezca así) lo que necesita es que le ayuden, no que le den dinero.
Algunas de las causas por las que nos lamentamos hay gente que no las siente en absoluto, con esto quiero decir que son como una especie de roca insensible a la que ni el fuerte viento ni el paso de los años conseguirán ablandar jamás. Todo hombre tiene un alma, dirán ustedes, y sentimientos; pero estos a los que yo me refiero carecen de ella. No sienten ni padecen; ven llorar a los que sufren y se ríen de ellos; se burlan de la gente honesta; se carcajean de las leyes, porque suponen el someterse a algo general, y ellos quieren ser especiales.
Yo no quiero ser especial; yo lo que quiero es llegar a tener un nombre antes de que me muera, para poder decir, si me llega esa hora, que mi vida ha sido provechosa, que he hecho algo para ser recordada por las generaciones venideras, que alguien te leerá orgulloso u orgullosa de que pertenecieras a su país, igual de orgullosos que nos sentimos la gente de hoy al oír hablar de Cervantes, del genio de Goya, de Velázquez, aun salvando las distancias entre estos y yo.
Quiero triunfar en la vida; pero, ante todo, quiero ser yo: Silvia Patón Cordero.

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