domingo, 31 de mayo de 2009

El artista como objeto

Bodegón con Biblia, 1885, Vicent van Gogh, Nuenen



Estamos, como hace unos días me decía una compañera de foro, en una época de “consumismo”, de “arte comercial”. Todo lo que se produce y vende se fabrica exclusivamente para eso, para vender, no para ayudar a la carrera de ningún artista. La obra es un producto comercial, como un coche, una lámpara, un vestido; sino vende, no tiene utilidad alguna y por lo tanto no debe siquiera presentarse a un público hastiado de todo. Mas yo no juzgo a los autores que se rebajan a lo comercial, lo único que digo es que no afirmen, sin ningún escrúpulo, que son buenos porque venden en gran cantidad; lo que deben aseverar es que venden mucho, y ya está. ¿Qué más quieren que esto?
Porque no buscamos la calidad, sino el producto provechoso para una sociedad capitalista. Igual que un televisor, igual que una lavadora, igual que una radio, así la obra de un artista: completamente anónima, de diseño y destinada a la venta. Ahora es importante el aspecto externo, la facilidad de uso y la extensión a un público masivo que no entiende de figuras métricas, literarias, de metáforas, de versos alejandrinos, ni nada por el estilo. Queremos, si se puede afirmar de este modo, algo que sea barato y bonito, la calidad es lo que menos importa.
Esto pasa con el arte y con todo en general. Demasiada demanda y poca oferta, demasiados escritos y muy poco memoria y uso de los hombres que lo dieron todo por la cultura. ¡Ah, si estos hubieran contemplado a Beethoven pagando el alquiler con unas insignificantes partituras! ¡Si hubieran visto al genial Mozart muriendo en la miseria o a un Cervantes cuyo entierro fue la vergüenza de nuestro país! Entonces sí, sabrían de qué hablo. Como Van Gogh, que sobrevivía con el dinero que le enviaba su hermano, como Boccherini que murió en el olvido completo, arruinado y solo, y tantos y tantos bohemios artistas que han sido la gloria del mundo, pocos ejemplos hay tan notables.
Vivimos, no obstante, en una sociedad cómoda, pero la cuestión no es ésta. Mi razón no se basa en el hecho de que se tenga una estabilidad económica, todo lo contrario, mi razón se eleva sobre la cuestión siguiente: si hay ese “confort”, esa estabilidad de un trabajo, sea el que sea, ¿por qué se vende a precio tan bajo algo que debía tener mayor calidad, algo de lo que no dependemos económicamente? ¿No sería una razón de más para hacerlo mejor?
En el barroco, o tiempos pasados (lo mismo me da), etapa en la que se produjeron numerosas guerras y bancarrotas, la abundancia de escritores y el poco control que se establecía hicieron de ella una penosa muestra de lo que fue, es y será esta España nuestra. Las gentes morían en las calles de inanición, asediados por los piojos y las enfermedades; la picaresca y el pillaje estaban “de moda”, al igual que la mendicidad y el parasitismo. Pero ¿y ahora? ¿No vivimos en la moderna España del XXI? ¿No tenemos a nuestro alcance un sistema social más evolucionado en pensamiento y en derechos? ¿No nos jactamos de ser menos bárbaros que estos personajes de siglos pasados?
En estos días en que hay abundancia de todo, también se piensa que lo de hoy es peor que lo de antaño, como decía Jorge Manrique en sus Coplas. ¡Tanto intelectual y hombres de vasta cultura! ¡Tanto licenciado y diplomado! Y son peor que cualquiera de estos de que he hablado. ¿De qué nos vale ser una sociedad evolucionada si cometemos más atrocidades que nunca?
En verdad, muchas veces me digo que no entiendo a la gente, que debo ser bastante especial y que vivo anclada en un mundo demasiado idealista para soportar tanta estulticia humana, aunque ni siquiera esto consigue que cure las heridas que me ha causado la fortuna.

1 comentario:

  1. En lo que dices tienes toda la razón. Ahora todo se rige por el binomio de la demanda y la oferta. Se busca el negocio rápido y si hay que sacrificar la calidad ... pues no importa. Sólo hay que echar una ojeada a los estantes de las librerías. Todo escrito para ser consumido rápidamente, deglutido sin pensar y olvidado en apenas un lustro.
    Sí, es lastimoso, pero eso es lo que hay. Todavía existe gente que nos solazamos con un Pessoa, un Bradbury, Lobo Antunes, Muñoz Molina, Cortázar, Borges, Calvino, Lovecraft ... (sólo por hablar de literatura.
    Saludos desde mi casa árbol. En Yolje, K.617

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